18 ago 2011

Música vagabunda

Iba a contestar al par de Cooper que me corresponde cuando me di cuenta que esa contestación podía transformarse en entrada.
A qué renuncian? Tal vez a su sueños.


Lo desconozco, nunca me acerqué a hablar con uno. Osaría preguntarles por qué se encuentran en esa situación? Les gustará, la aceptan?? No, no tendré fuerzas, porque conocer la respuesta me asusta.

Supongo que algunos vinieron buscando una tierra prometida. Otros se han visto solos y no han podido soportar el vacío de una casa. Muchos, llenos de talento pero a los que la suerte repetidas veces les ha jugado una mala pasada se han dado por vencidos.
Habrá muchos a los que les ha pasado todo lo anterior junto y han caído en placeres mortales que les hacen perder el sentido de la realidad, de nuestra realidad, coincide con su realidad?

Y aquí me llevan mis pensamientos a pensar en lo callejero. Por qué callejero es sinónimo de pobreza, de infortunio, de haraposo?

Una idea que hace mucho tiempo habita en mi cabeza y que quería convertir en algo más poético por la sensación que me dejó de paz y alegría (pero alegría de esa que sientes en el estómago cuando algo muy pequeño, muy cotidiano, muy inmaterial te envuelve y te hace sentir bien).

Hace tiempo escuché una entrevista en la radio a un tío "famoso" que tocaba en el metro y por las calles de Barcelona.
Decía que su vida era la música, pero que no había tenido suerte. Nunca pudo dedicarse a ello de forma "profesional". Qué entendemos por profesional?

Yo no soy profesional en mi trabajo, no lo disfruto, me escaqueo, no le pongo mi alma... él sí!

Él hace lo que le gusta, dónde puede pero cuando le apetece y poniendo todo su arte, el arte que tiene que puede ser más o menos que el de otras estrellas mediáticas, pero se planta delante de la gente y carece de miedo escénico, no le importan las críticas, ni las malas caras... y eso, se le debería premiar.

Dijo a lo largo de la entrevista que no fuésemos tímidos. Que si a la gente le gustaba lo que oía, se parase y bailase. Diese palmas, sonriese, le acompañase en su melodía... de cierta forma, que reconociesen su arte ofreciendo lo mejor que llevaban dentro y si no podían detenerse por qué no le iban a dar dinero, nunca una limosna, nunca por pena. Quería un valor espiritual, personal, transformado en económico por su función de poner música a las calles.

Se disculpaba por imponer el hilo musical a los vagones y poder molestar a aquellos que van durmiendo, leyendo o ensimismados en sus pensamientos... Fue en ese momento en el que recapacité y me dije... tiene razón.
Muchas veces me molesta porque son sonidos estridentes, muchos decibelios orquestales cerca de tu oreja (a veces pienso que echo de menos la cabra, aunque joven para ello recuerdo haber visto alguna caminando con mis abuelos por Carabanchel)...

Pero cuantas otras la canción que han elegido me ha arrancado una sonrisa, me ha sacado de mi lectura y me ha llevado a un recuerdo.


A partir de ese momento,  según mi criterio y gustos musicales, siempre que he considerado que alguien me provocaba una sensación, un sentimiento no lo he dudado. Ya no.

En primer lugar los he mirado a los ojos, sí a esos vagabundos musicales a los que la gente ignora, tímidos de vez en cuando levantan la cabeza y puedes descubrir vida y pasión en el color de sus ojos que brillan al ritmo de sus notas.

Luego les he dedicado una sonrisa, que no les hace temblar el pulso, continúa el ritmo, continúa la canción y son capaces de sonreír mientras cambian los acordes.

Me he acercado y dudando entre ponerme a bailar o dar palmas, les he dejado unas monedas.

Y aquí viene mi historia:
Recuerdo uno especialmente. A la salida del Metro de Quevedo. Mucho frío. No recuerdo a quién esperaba pero me escribió un mensaje que llegaba tarde. Yo, sospechosamente, había llegado pronto.

Me di una vuelta por la calle Fuencarral analizando la cartelera. Mirando los grandes carteles que aún mantienen en estos cines, algunos pintados a mano, cosa rara en los tiempos que corren... No tengo ganas de meterme a ninguna tienda, estoy disfrutando del frío.

En mi cabeza entre mis pensamientos se cuela una melodía. Es un violín, está cerca de la perfumería... paseo calle arriba, calle abajo escuchando ese violín. Incansable sigue tocando y sus notas limpias me llegan con el frío viento. Me siento en un banco público, justo frente a él y toca y toca y toca... y toca para mí. Me mira buscando mi aprobación en los cambios de canción. Tengo frío, mucho frío en las manos, les cuesta responder. Aplaudo.

Llega el momento, me levanto. Me sigue con la mirada, soy su única espectadora, estaba tocando para mí y me voy a ir... entro al bar más cercano. Compro dos tés con leche, mis manos lo agradecen.
Vuelvo, me acerco, le dejo uno al lado de la funda del violín, dentro de la misma le dejo las vueltas.

"Me están esperando, pero gracias por el concierto"
"Un placer" una reverencia artística y una sonrisa...


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