31 ago 2010

Fin

Se acabó el verano.


Y debería ser un momento triste, recuerdo todos los septiembres anteriores como meses en los que empezaba la rutina, meses en los que el día a día volvía a ser gris y aburrido. Cole, clases de la universidad, amigos, compañeros, deberes, tareas, el sol se va, otra vez a llevar chaquetas, paso del bikini al bañador, vuelta a las piscinas cubiertas, a los atascos, a las tardes de lluvia y centro comercial, frío, cines, restaurantes, no más terracitas, ni tintos de verano, ni amores fugaces, ni playa, ni nada.... no había vida después del verano.

Y sin embargo, ya no me siento así. Madurez, estancamiento, comodidad?

Cuando oía a los padres: "qué ganas tengo de que empiece el cole" para deshacerse de sus hijos, me enfadaba, pensaba: qué injusto que de las personas que más quieres, quieras deshacerte durante tantas horas al día. Niños que van al colegio, llegan a casa y meriendan, hacen los deberes, se duchan cenan (el tiempo que comparten contigo, si realmente te sientas a comer con ellos en vez de hacerlo con la tele) y se van a dormir! Al día siguiente, vuelta a empezar...

 Ayer se lo escuché a una madre, pero su mirada de ternura y hartura me hizo escuchar esa frase desde otro prisma. No quiere que ellos vuelvan al cole, quiere volver a su rutina.
Dejar de pensar en 3 comidas diarias, qué hacer para no repetir playa, toalla, ola, aftersun, chiringuito, paseo por el puerto y todos los días los mismo durante todos los días de las vacaciones. Divertir a esos niños durante 24h, gastar dinero a diestro y siniestro en cosas que no hacen falta, pero como son vacaciones tienes que salir, derrochar, son tus 15 días en agosto y hay que disfrutarlos.


Disfrutar de no poder engullir más y beber y beber y tumbarte al sol? Y si ella disfruta levantándome a las 7 y yendo al gimnasio? Y si ella disfruta pensando en cómo combinar una dieta saludable con lo que los niños han comido en el colegio? Y si mi disfrute diario está en la recepción del periódico, con noticias de verdad y un buen café mirando por la ventana que hace fresco y necesito sacar una chaqueta marrón, cambiar la ropa de temporada, meter las sandalias en cajas y volver a calzarme las botas....

Aún así, esperaremos ansiosamente un año más a que vuelva el verano. El mío lo he gastado hace unas horas, aunque aún quede mucho día 31 por delante. Mi verano acaba con la última entrega de Carlos Cay y su: Me cago en mis viejos.
Hace varios años que empecé a leerlo un día cualquiera de Agosto, Me cago en mis viejos veinte. Lo pillé empezado y me dije: este texto tiene que  tener unos antecedentes. Y los busqué en la red y los leí y me encantó y me sentí fatal cuando acabé mi libro de verano y esperaba con ansia una segunda parte. Y llegó. El año pasado en la oficina, preparaba café, estaba sola, abría el correo y miraba si tenía algo urgente. Mientras la página del país estaba cargando. Y lo abro y lo leo, son unos segundos, no llega al minuto, pero es mi mejor momento. Una sonrisa, lo cierro, esperaré a ver qué le ocurre al hombre invisible mañana. Los lunes, excitación, se me han acumulado los del fin de semana, hoy tardaré unos cuantos sorbos más de café.... Y lo abro y lo leo. Y hoy es martes, Carlos Cay, Me cago en mis viejos: treintayuno.

Pero no lo soporto, me enfado! me indica el fin del verano, se acabó, se nubló el sol, hoy no iré a la piscina, esta tarde tengo que entrenar, vuelta a la rutina.... a los amigos, a los quehaceres, a madrugar, a los bares atestados, nada de parques, de terrazas, de paseos, vuelta al centro comercial. Y encima, ha sido un final, que no me ha gustado. Pero esperaré con ansia el próximo verano...

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